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UNA VIDA DESTINADA AL DAO.
Shiyan, Hubei – Mientras Jia Yong Xiang, al que siempre he llamado cariñosamente Dao Ye «abuelo del Dao», prepara la comida en la cocina de su humilde hogar una abeja que volaba, de repente, se introduce en su oído. A sus 76 años de edad, porta un sombrero taoísta muy gastado y una bata de color azul oscuro, sonriendo feliz, utiliza un palillo de dientes para ayudar a desalojar a la abeja.
Con calma le dice: «por favor, salga». La juguetona abeja pronto sale de su oreja y se traslada, sin picarle, a su gran barba blanca. «Las abejas son mis amigas taoístas, además de mis vecinas» dice Jia en el dialecto de Hubei con una gran sonrisa. Idea básica dentro del Taoísmo: “armonía entre los seres humanos y la naturaleza».
Desde hace mas de 20 años, Dao Ye convive con miles de abejas en una cueva natural en las montañas de Wudang (China central). Conocida como una de las montañas sagradas del Taoísmo fue reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1994.
Siguiendo los zigzagueantes escalones de más de 700 años de antigüedad, uno puede encontrar la Cueva del Príncipe Heredero, a mitad de camino hacia el ascenso al pico Zhanqi. La leyenda cuenta que el príncipe Zhenwu practico en esta cueva durante décadas, antes de convertirse en inmortal con el nombre del Gran Emperador Zhenwu (uno de los dioses más influyentes en el taoísmo).
La cueva tiene 15 metros cuadrados, su suelo es de losas y poseé una exquisita disposición de piedras pequeñas a su alrededor. Fue construida durante la dinastía Yuan (1271-1368). La estatua del joven Príncipe Heredero se venera en el centro, junto a la cama de Dao Ye y otros muebles sencillos.
En el exterior de la cueva hay un balcón con balaustradas de piedra, lugar donde cocina, lee, medita con buen tiempo y habla con sus invitados. Dao Ye reproduce música taoísta y de vez en cuando, suavemente, abre su armario de madera de apenas metro de altura. Lo que más llama la atención de uno, es un gran panal de abejas que ocupa un cuarto del armario. En el resto del mismo podemos encontrar sus cuencos, platos, palillos y utensilios de cocina.
En la primavera de 1996, un enjambre de abejas construyo su casa en la cueva. Se perforaron cuatro agujeros pequeños para que las abejas pudieran entrar y salir, pero ellas siempre han preferido las grietas de la puerta para este menester. Al principio, cuando recibia visitas de huéspedes no invitados, le picaban al abrir el armario. Para cambiar este hábito Jia tocaba música taoísta cada vez que iba abrir la puerta consiguiendo, poco a poco, convertir las abejas en amigas. Nunca más le picaron.
«Les encanta la música. Creo que ellas vienen aquí para practicar Taoísmo conmigo» dice Dao Ye, el cual fue un agricultor de Xiangyang (provincia de Hubei). Hace más de 20 años que a Dao Ye se le diagnostico hepatitis, gastritis, neumonía y una vesícula biliar inflamada. Al principio, cultivaba hortalizas a los pies de las montañas y por un tiempo, vivió en un pequeño jardín.
«Es extraño, poco a poco, me recupere sin ningún tipo de tratamiento y nunca he vuelto a casa», dice.
Dao Ye se trasladó a la cueva en la década de los 1990, a fin de practicar taoísmo, meditación y canto en soledad. Aunque le pidió a su familia que no vinieran a verle, su hija menor y su nuera lo visitan una vez al año.
Él dice, que disfruta de la hermosa vista de las montañas y los árboles lo que hace sentirse UNO con todas las creaciones de la Tierra. Disfruta de su vida sencilla en el lugar remoto, el cual nunca ha abandonado desde hace ya años, solamente deambula por sus alrededores.
Se levanta a las 5 de la madrugada, a continuación, hace su oración matutina de todos los días y medita. Después del desayuno, limpia la cueva, incluyendo el largo camino de piedra. No hay electricidad, ni agua corriente. Se va a dormir temprano después de una plegaria nocturna que de forma regular realiza, para ello usa una vela y en ocasiones una vieja linterna.
En el acantilado, fuera de la cuave, hay una extensa ranura donde el agua de lluvia drena hacia un antiguo pozo situado en la cueva. «La cueva del Principe Heredero, es fresca en verano y caliente en invierno», dice.
A pesar de que la cueva no está abierta a los turistas, recibe decenas de visitantes cada día para compartir sus conocimientos sobre Taoísmo y para ver a las abejas dentro del armario. Los visitantes son principalmente creyentes taoístas de todo el mundo y le traen regalos tales como frutas y dulces.
Cuando ascienden personas que no pueden hablar chino, él solamente sonríe y suavemente les aparta el polvo de su ropa, les da agua del pozo y siempre tiene un detalle con ellos. Recuerdo que en una de mis visitas le subí una naranja, al verle se la di. Me miro, sonrió y la partió por la mitad con sus arrugadas manos para darme una de las mitades. Nos la comimos sentados mirando el horizonte de las copas de los árboles que rodean su cueva.
Los Taoístas locales también recurren a él con regularidad para ofrecerle su ayuda ante las necesidades. Dao Ye nunca ha aceptado dinero y siempre ofrece a los visitantes talismanes de protección. A veces, si coinciden en horario, les invita a compartir su propia comida.
A través de una pequeña radio y algunos periódicos es la única manera en la que se mantiene en contacto con el exterior. «Estoy suscrito a periódicos y revistas para poder leer todos los días, ya que estoy preocupado por los asuntos nacionales», dice.
A menudo escribe sus sentimientos sobre el taoísmo, que principalmente tratan acerca de la piedad filial, la moral y los valores. «Practicar Taoísmo es muy sencillo, basta con ser uno mismo, con una conciencia limpia y justa. Es inútil que aquellos que han hecho un acto ilegal rueguen por el perdón de los dioses”, cuenta. «Uno puede practicar Taoísmo, siempre y cuando lo haga desde el corazón y cumpla con sus deberes. Por ejemplo, el trabajador que limpie baños con devoción o un funcionario que sirva al pueblo de todo corazón».
Sin duda, una de las cosas mas bonitas que me dijo en las diferentes visitas que le he hecho, «el Dao no se lleva en las vestimentas, ni en los moños, ni en las barbas. El Dao se lleva en el corazón».